lunes, 31 de agosto de 2020

Pícaros y rezanderos. Jumaos y divinos. El ser antioqueño. Por Guillermo Aguirre González

La historia política tiene la condición de hacer abstracción de la vida cotidiana de la sociedad que se estudia. Se escribe sobre los hechos que vuelcan el curso de los acontecimientos y meten a las comunidades en otro tipo de relaciones. La causa política de los acontecimientos, son el origen y tienen como base las ideas. Ejemplo personajes de mediados del siglo XIX sembraron en la política la necesidad de romper con la persistencia colonial y enrutar el país hacia una vida social y política liberal moderna. Dentro de esos personajes hubo hombres sensibles que observaron la vida cotidiana de las gentes, porque ahí es donde se sufren las decisiones políticas.

 La preocupación por lo cotidiano se inscribe en la historia de las mentalidades, como esos contenidos de los individuos y las sociedades que los llevan a actuar o a la inacción. Se actúa dentro del tiempo y en un espacio, para construir una vida de relación todos los días, horas y minutos o instantes; cuando intentamos remembrar lo actuado, lo hacemos como una cronística de las observaciones de nuestro actuar o el de los otros. Esta actitud, dentro de las ciencias se llama historia de la vida cotidiana.

 Estas preocupaciones, que abrieron ese espacio de reflexión sobre la vida social, datan del siglo XIX cuando las ciencias sociales teorizaron y buscaron explicaciones sobre el porqué de las revoluciones. Hoy no solo buscamos el porqué de las revoluciones, sino el porqué de la desigualdad en sociedades jóvenes como la nuestra. Y esas repuestas las construimos observando la vida cotidiana a través de la escritura de quienes llevaron al papel sus vivencias y testimonios.

 Nos hemos ocupado en la tarea de rastrear e imaginar la vida cotidiana del Hatoviejo (Bello desde 1883), cometido que nos lleva necesariamente a relacionarla o contextualizarla en el valle de Aburrá y Antioquia. Por eso más acá de la historia política están las huellas escritas en obras de autores que tuvieron la sensibilidad de escribir sobre la vida cotidiana o sobre la forma como los individuos, las familias o las comunidades resolvían las coyunturas diarias de las relaciones interpersonales, con los vecinos o con el poder. Entre esos autores nos acercamos a la cronística de Emiro Kastos (Juan de Dios Restrepo Ramos 1825 – 1884). Un prólogo de Manuel Uribe Ángel (1822 – 1904); La obra de compilación folclórica de Ñito Restrepo (Antonio José Restrepo Trujillo 1855 – 1933) y el prólogo del Indio Uribe (Juan de Dios Uribe Restrepo 1859 – 1900). Ñito Restrepo hurga en la cultura española el posible origen del ser antioqueño en el que se inscribe nuestro interés por lo cotidiano del Hatoviejo. Y va hasta la picaresca y afianza y fundamenta sobre el pícaro antioqueño; por eso se hace una anotación de la obra de Mateo Alemán (1547 – 1614) “Guzmán de Alfarache”, tratando de rastrear contenidos que expliquen la conducta diaria de ese producto humano colonial creado en esta tierra quebrada y accidentada entre los ríos Cauca y Magdalena.

 Las observaciones de Emiro Kastos1

Facundo educado por su padre un chapetón “fanático e ignorante […] no le enseñó otra cosa que a temer al Rey, a Dios y al Diablo; a leer aunque no de corrido y regularmente las cuatro reglas de aritmética”2. Facundo “comprando aquí, vendiendo allá, reduciendo a oro sus pequeños beneficios, que vendía con provecho a los comerciantes de Medellín […] pudo comprar una recua de mulas, darle más extensión a sus rescates…”3. Le quitaron todo en un asalto, todo el oro y ya sin “capital para seguir su antiguo oficio de rescatante, a pesar de sus pretensiones nobiliarias […] se alquiló en una mina como jornalero […] es muy común entre los nobles de la antigua Antioquia echar a un lado la negra honrilla cuando se ven apurados por la suerte, y entregarse a labores materiales ; pareciéndoles más digno y honroso trabajar, aun en los oficios más vulgares, que imitar a los blancos de otras partes que, cuando no pueden ser negociantes o empresarios de industria, se agrupan en las poblaciones a vivir de petardos o de empleos”4.

 El ser de los antioqueños se caracteriza porque siempre van al fondo, Si es con el juego, lo apuestan todo, si es en el licor llegan hasta echar a un lado los respetos sociales. “Entre los que se dedican a la plutocracia, á la avaricia (culto muy popular hay algunos que perfeccionan la ciencia hasta el punto de convertir al Harpagón de Moliére, al israelita de Balzac en tipos pálidos, derrochadores y pródigos”5. Facundo se metió al saqueo de sepulturas indígenas y armado de hacha y decisión colonizó un pedazo de selva, abrió monte, cultivó la tierra y luego de conseguir unos miles de pesos se volvió comerciante: “como se viese ya con un mediano capital, retirose a la parroquia que hoy habita, donde abrió tienda de comercio […]. Un individuo es alternativamente agricultor comerciante, minero: poblaciones enteras andan vagando de norte a sur y de sur a norte, en busca de tierras más fértiles y minas más ricas […] deseo febril de mejorar de condición, de adquirir independencia y capital”6.

 Facundo no se quedó en la usura “empleó sus beneficios, lentos pero seguros, en tierras alrededor del lugar, las cuales no le costaron casi nada, pues desalojó a los vecinos encerrándolos en tratos y arruinándolos con dineros ha subido interés. El gamonal de pueblo cuando cae en un punto se extiende como una verdolaga”7. Emiro Kastos con el ejemplo de Facundo, generaliza y concluye que el poder territorial y financiero del gamonal se alía con el cura párroco y con los abogados para ser poder monolíticos. “El tinterillo dirige al alcalde, la gruesa voz de mi compadre (Facundo) domina el cabildo, y el cura gobierna las conciencias. Toda elección se hace a su sabor: nada se lleva a cabo sin el fiat de estos caballeros. Contra esta trinca, organizada poco más o menos en los demás pueblos de la República, se estrellan…”8 la prensa, los ilustrados que quieren extender la democracia “hasta las últimas capas sociales”. El cura, el tinterillo y el alcalde son los que saben leer, y de los pocos periódicos que llegan al pueblo, ellos deforman la información al ser llevada a las gentes iletradas. Si las letras hablan de libertad el presbítero dice herejía; si hablan de “contribución directa” el alcalde y el tinterillo dicen comunismo.

 Emiro Kastos (Juan de Dios Restrepo) estudia la sociedad y los individuos con conciencia y con intención. Su bagaje teórico lo puso en práctica. Por eso invita al lector, luego de haber caracterizado política y económicamente a Facundo, a entrar “a su casa para estudiarlo en la vida domésticas [con sus] costumbres parroquiales de suyo dormilonas y prosaicas”9. Facundo está casado, como todos los antioqueños, mujeres y hombres por no haber vida social ni placeres. Se refugian en la familia. Ellas y ellos van descalzos y “sus pies son grandes y desparramados”10 en ricos y pobres. Ambos se eligen más por hacendosos que por amor y belleza. La casa de facundo y su esposa Fulgencia “da por el frente a una de las calles y por el interior se entra a la hacienda”11. La casa es un claustro, las piezas no son independientes, los muebles son un gran escaparate, tarimas viejas y camas sin colgaduras, “casas tan desmanteladas inspiran tristeza, pero armonizan perfectamente con las costumbres puritanas, frías, silenciosas y monótonas de la familia parroquial antioqueña […] al entrar en una de esas casas piensa uno involuntariamente en la otra vida”12.

 El tiempo se llena con oficios constantes que solo los interrumpe la noche y el rosario. La observación de Emiro es sistemática, obedece a un esquema: el individuo y su carácter; el pueblo al que pertenece; la actividad política, económica y religiosa; la vida interna (su casa, mujer e hijas); los oficios, la comida, los festejos, la educación de los hijos y la vida de afuera, en la plaza.

 Por el fin de la esclavitud, las mujeres ordeñan, crían “marranos”, cocinan todo el día, planchan cosen y enrollan tabaco. Se entiende son costureras y tabaqueras a destajo; las enganchan huéspedes o agregados o arrendatarios. El dinero va a una alcancía. Se cocina y se come no para gozar sino para vivir: priman los vegetales sobre la carne. Sólo hay “volatería” (carnes de aves) por muerte de un obispo, por enfermedad o para huéspedes y visitas. Los antioqueños son “obsequiosos y convidadores” en el exterior y con los amigos entrañables. Aman el frito: “todo frito, siguiendo las malas tradiciones de la grasosa cocina española”13.

 La vida social se hace los domingos, día para usar los zapatos. Las mujeres van al mercado y a la lotería (juego de azar público). “El baile les está vedado como diversión pecaminosa, pero suele permitírseles asistir a alguna nocturna lotería […] una lotería es casi una felicidad. Allí se encuentran los amartelados de ambos sexos […] y entre ambo y terno, se murmuran promesas de amor y se obtiene el tan anhelado si…”14. Facundo antes de dormir va a la plaza. Tertulia con sus vecinos, entre quienes está un sacristán y la “cabeza más fuerte en política de la parroquia”; se habla de lo que se tiene y se hace, ganancias y pérdidas y de que “los rojos están otra vez en Santafé atacando la religión, y reclutando tropas para destronar al Papa”15.

 Emiro termina el artículo, dedicado a un hijo de Facundo enviado a Bogotá a estudiar Derecho. Aprendió sobre lujos. “Lo mandé a que aprendiera a hacer escritos, y no sabe poner “ante usted parezco y digo: Pero ha venido con la llena de cucarachas y de grandezas. Dice que la casa está fea, como si yo no hubiese vivido en ella treinta años sin darme un dolor de cabeza […] y esas mocosuelas de sus hermanas, a su ejemplo, andan todas ideáticas pidiendo galanuras, maestros de francés y otras cabronadas”16. Ese muchacho se graduó por infusión, pues se volvió Gólgota. Puntea la vihuela, se aficionó al café y al placer, palabra herética para los antioqueños.

La observación del Indio Uribe17

En El cancionero de Antioquia, Ñito Restrepo, como se le conoció, se tiene una semblanza del autor, escrita por Juan de Dios Uribe (El Indio Uribe) en 1898, en la que informa sobre la vida cotidiana en Antioquia, en la segunda mitad del siglo XIX. Dice que el cinco de abril de 1877 entró a Medellín el general Julián Trujillo con su tropa vencedora. Los liberales se llenaron de entusiasmo y le dio prestigio al partido en tierra de conservadores. Estas posiciones políticas partidistas fueron el primer calado ideopolítico profundo la vida en independencia de la Nueva Granada. La religión, la plutocracia y ser conservador o liberal fueron el contenido del imaginario social antioqueño. Por eso la religión se metió en la política y el oro cruzó a las dos.

 El triunfo liberal de 1877, que se conoció como pírrico, porque le abrió la puerta a Rafael Núñez, el liberal converso, pues le entregó el país a la iglesia y a los conservadores. Pero ese triunfo creó en Medellín un “boom” de “publicaciones y clubs revolucionarios”. En uno de los periódicos llamado “El Tartufo” se expresó “Ñito Restrepo para mostrar su poética y su sensibilidad por la cultura popular”.

Por los Restrepo fundadores de la república y originadores de pueblos, dice El Indio Uribe que “la crianza de un muchacho en las poblaciones pequeñas y en los campos de Antioquia, no se pinta por lo prolija y esmerada, más por lo sumaria y recia, crecen los niños al aire libre pegados a la tierra […] van cediéndose el campo los unos a los otros en las caricias maternas, pues la fecundidad de las mujeres desborda, la familia se extiende y lo que era una nidada de gorriones se convierte de pronto en una tribu. Gozan sólo las hembras, por lo general de los mimos y cuidados de flores que no deben estar a la intemperie”18.

 Familias de trece hijos, cantidad media; muchachos madurados con el sol y el agua de los campos, en jornadas extensas de caza, pesca, lidia de reses, siembra, trapiches, cosechas, mazamorreo, el caney, además de la escuela, fiestas parroquiales y “romerías en montón a otros vecindarios”19. Jóvenes que se hacen adultos muchas veces en el extranjero; pero “la casa paterna […] humea […] la vacada se despereza a sus pasos, las aguas del río murmuran su nombre, y las aldeanas familiares los llaman por señas, medio ocultas en el ramaje, […] adornados los cabellos de fucsias y de rosas silvestres”20.

 Pero todo ese trabajo duro lo debieron asumir los hijos y las familias, luego de 1865 por el fin de la esclavitud. El estado le compró a los esclavistas los esclavos y les dio la libertad. Fue la constitución de Rionegro de 1863 quién llevó a su articulado la prohibición de esa práctica nefasta: ese antes y después marca la historia del trabajo en Colombia o la Nueva Granada. Las familias se aprovisionaron del trabajo esclavo para las labores esforzadas y les permitió tiempo libre para la vihuela, la lectura o el ocio inane. Por eso el Ñito Restrepo de Juan de Dios el Indio Uribe, se apersonó del trabajo; trashumó las montañas y creó una sensibilidad de admiración y compilación de los versos populares.

 El trabajo en las minas del Zancudo de Titiribí lo alternó con temporadas de estudio “en libros descubiertos […] en los polvorosos estantes de sus mayores, o a duras penas conseguido […] en obras de castellano jugoso como La Celestina, El romancero, las de Calderón, Cervantes, Quevedo, Isla, Cienfuegos, Quintana, Bretón de los Herrero, Larra, Espronceda y el grupo ingenioso de los redactores de La Risa; y en autores franceses decisivos para la razón, en Voltaire, Rousseau, Holbach, Baumarchais, los historiadores del 89 y 93, Pablo Luis Couvier, Blanc, Michelet, Quinet, Littré, Hugo, Sue, Renán, …”21

 Las observaciones de Ñito Restrepo

Uno de los versos lo presentó así Ñito Restrepo: “¿Fue un tenorio rústico el que, rondando por veredas agrestes y rasgueando la vihuela junto al montón de chozas apiñadas, hizo esta amenazante notificación: Madres las que tengan hijas/ solteras y por casar,/ Hacé las paredes altas/ que yo soy el gavilán?”22. O algún seductor, escapado por milagro al puñal y al revólver de las seguras vendetas entre aquellos celosos montañeses, parece jactarse así de su hazaña impagada: Una niña me dijo/ En Salamina:/ ¿Cuándo va por el niño/ Que ya camina?”23. Estas coplas salen en las parrandas nocturnas de sábado, a la llegada de los pueblos de los trabajadores de los campos; llegan “a sus negocios particulares, a oír misa el domingo y a espantar el diablo en el estanco de aguardiente”. Van a pie limpio y con ropa bien planchada y sombrero de iraca. Cuando el aguardiente ha hecho su trabajo “…entonces aparecen por ahí, como brotadas de la tierra, las sordas de ancha barriga, las vihuelas de arco que cantó el Arcipeste de Hita, los tiples llevados como reliquia de Cundinamarca […] y empieza el jaleo, y va organizándose un baile al aire libre, o en casa de ño Juan, o donde la Micaela […] y estallan de aquellos pechos y se atropellan en aquellas gargantas cantares y tonadas que Gayarre oyó en su fragua y que Juan Brevas está escuchando ahora allá en Málaga la bella. La caña, el fandanguillo, la cartagena, el bizarro, el mapalé y el currulao”24.

 Dice Ñito Restrepo de la cultura colombiana y en especial la antioqueña, oscilar entre lo sacro y lo picaresco, los dos grandes contenidos que llegaron a América. La España que se asienta, luego de la conquista, es la España de la contrareforma. El ambiente de condena a la reforma y a todo lo no católico, sometido a la inquisición, produjo en el sentimiento popular la burla de esos valores odiados, de manera sigilosa y silenciosa. Burla encarnada por el pícaro, término construido por los soldados que invadieron y conquistaron la región francesa de Picardía y obligaron a los nativos a servirles en las cocinas. Según Vaillo25 el originario de Picardía servidor de cocina se fundió con el término castellano “picaño” que indicaba a un “individuo grosero, de malos modos”. En el alba del siglo XVI está ya acuñado el término – vocablo Pícaro que definía, señalaba o indicaba “a una baja ralea de bribones o desvergonzados” (Restrepo, Antonio José, Pág. 28). Desde su nacimiento el Pícaro, en la acepción primigenia se conserva y es un “mito, como aspiración a la libertad”26.

 La cultura montañera antioqueña, la más trashumante del país, llevó a la práctica conductas picarescas en tiempos de movilidad, comportamientos estoicos y de recogimiento por celebraciones religiosas o de estadía en familia. La oscilación entre la sociabilidad y la picaresca tuvo su mayor expresión mientras las minas de oro corrido fueron productivas. La sociedad campesina y labradora que siguió, fue sedentaria, pero conservó la oscilación. La palabra pícaro construida en España, señaló una conducta de grupos en estado de movilidad y rebusque del sustento. Y este estado es una práctica de muchos grupos en la historia. Ya existía en las sociedades indígenas la movilidad y el rebusque, por las guerras y conquistas de los poderes prehispánicos. Solo que la sociedad colonial tuvo un respaldo de la conducta ambivalente sacra y pícara en la literatura.

 Los nexos con Guzmán de Alfarache

Los textos religiosos y la literatura picaresca fueron las literaturas permitidas por las autoridades coloniales. El Guzmán de Alfarache27 tiene un permiso expreso del rey Carlos V, publicado como prólogo en la edición impresa de 1599. Estas aventuras consideradas, junto con El Quijote, como los inicios de la novela moderna, fueron el respaldo teórico o ideológico de la cultura colonial.

 Guzmán de Alfarache es un relato en primera persona de un aventurero que se burla de las instituciones de manera sutil y cómica, pero sin llegar a subvertirlas. Dice Guzmán venir de un padre que le robó por un noche la mujer a un viejo marqués y así fue engendrado. Dice de su madre haber aprendido de su abuela a mantener varios amantes a su lada, atrapados por mañas y engaños. La abuela tuvo dos docenas y la madre solo dos. Este relato de Guzmán sirve de prólogo justificante de sus picardías: para salir de la miseria y para “no ser conocido, no me quise valer del apellido de mi padre; púseme el Guzmán de mi madre y Alfarache de la heredad adonde tuve mi principio”28. Dice que tuvo su primer acontecer cuando lo tocó el hambre. Entró en una venta y pidió de comer. Se topó allí con una ventera pícara: dijo al aventurero tener solo huevos y le sirvió una tortilla hecha e malos huevos. Él los comió por el hambre en medio de arcadas y luego los regurgitó quedando más vacío que antes y con deseos de venganza.

 La ventera hizo lo mismo con tres jóvenes milicianos; pero estos si refregaron la tortilla en la cara de la mujer y la obligaron a cocerles un sábalo, para luego salir sin pagar y diciendo: ““vieja bellaca, quien tal hace, que tal pague”. Ella era desdentada, boquisumida, hundidos los ojos, desgreñada y puerca”29. El acto de estos tres jóvenes le fue narrado a Guzmán por un labrador que lo halló dormido sobre el camino y fue momento hacer una diatriba sobre la venganza, la trampa, la amistad y la hospitalidad invocada desde la biblia y algunos escritores romanos: toma la palabra Pablo de Tarso, Séneca, Constantino y los concilios. Se hace una reflexión que reprocha los actos contra la moral y la honra, reivindicando el comportamiento del cristiano obediente de las leyes de dios y el rey.

Guzmán de Alfarache continúa su picaresca por pueblos y villas de Granada. En otra venta le sirven carne de muleto cocida como si fuera cordero. Guzmán y el labrador que continuaban juntos, se encontraron luego, unos monjes a quienes les refirieron la experiencia y recibieron de uno de ellos un relato ejemplarizante el pecado y castigo del engaño. Esta historia, como una novela corta dentro de la obra, está llena de hechos y comportamientos que revelan la cultura granadina, castellana o sevillana; la misma que fue traída a América por los conquistadores, buscadores de minas de oro, prácticas del toreo de plaza, lidia de animales, matrimonios concertados, trashumancia y un orden formal de la res pública. Guzmán se declara pícaro pero honrado y virtuoso, porque ama los oficios y sabe cuándo alguien miente y falsifica: “Eso pues haz de hacer de tu oficio; embeberlo, incorporarlo en esa luz de tus virtudes y honesta vida, para que todos las vean y todos las imiten, viviendo tan rectamente, que ruegos no te ablanden ni lágrimas te enternezcan ni dones te corrompan ni amenazas te espanten ni la ira te venza ni el odio te turbe ni la afición te engañe. Oye más: ¿Cuál vemos primero, la luz o la cera? No agorás que la luz. Pues haz de manera que tu oficio, que es la cera, se vea después de ti, conociendo el oficio por ti y no a ti por el oficio”30.

 El “gran poema antioqueño”

En el Cancionero de Antioquia, presentado en una conferencia en Bogotá 191031, Ñito compila 1.049 –mil cuarenta y nueve- coplas o estrofas. Compilación que nombra como El Gran poema antioqueño. En la estrofa diez habla del Hatoviejo. Dice:

Que el hambre nos mata,

Yo digo que eso es mentira,

¿Cómo hay gente en Hatoviejo

sin comer toda la vida?32.

 Y luego anota: “Hatoviejo sirvió de mofa al pueblo de la dura cerviz, sin duda por una venganza anticipada. Este pueblecito, risueño y lindo si los hay, es la patria de don Marco Fidel Suárez, que fue un seguidor tenaz y eximio del señor Caro, el del mote susodicho de la dura cerviz. Vaya, que como poeta don Miguel Antonio jamás pudo parangonarse con los denigradores de Hatoviejo. Por el triunfo académico que obtuvo el señor Suárez con su estudio sobre don Andrés Bello, se le dio este apellido ilustre por nombre al lugarejo, que queda al pie de la Maruchenga, para que pueda entenderse otra estrofa que corre más adelante, contraponiendo a Francia con Hatoviejo como equivalentes lugares para uno morirse. La Maruchenga se desata sobre Hatoviejo en cascadas de cristal, que se dirían, sin hipérbole, montañas rusas de espejos venecianos. Allí está el rancho en que nació don Marco y allí obtuvo cinco votos para congresista en las últimas elecciones populares. Sie transit gloria mundi…” Rancho que, con su dueño ya en carne de bronce, es hoy día motivo central de veneración en ese pujante poblado, porque la ciudadanía, como un solo hombre, y con ocasión hace poco (el 25 pasado de abril), el centenario del natalicio del Presidente paría, como a sí mismo se llamaba el Sr. Suárez, le hizo a este una verdadera apoteosis, en que participaron no pocos de los que lo mataron a pesares.

Como recuerdo de esta fecha memorable y justiciera quedan el rancho cubierto por una urna de cristal, que lo mantiene enhiesto como una Meca de la democracia y la magna oración de Mosén Roberto Jaramillo, una de las más hermosas que se hayan escuchado en la tribuna Colombiana”33

 Ese gran poema antioqueño, ese coplero, aparece por todas partes “Brota la poesía popular de todas partes y no sale de ninguna […] un acervo de sensaciones e ideas […] ignoramos el desconocido autor de esos cantares”34. Está con nosotros desde la infancia y si se debe imaginar el origen puede decirse que alguna vez un fatigado leñador después de sus trabajo dijo: “¡Que se quema el monte!/ ¡Déjalo quemar!/ Que la misma cepa vuelve a retoñar?”35 O fue un español extraviado en América quien dijo: “Marinero, sube al barco/ Y dile a la madre mía,/ Que si se acuerda de un hijo/ Que en América tenía”36. O “¿Fue un tenorio rústico el que, rondando por veredas agrestes y rasgueando la vihuela junto al montón de chozas apiñadas, hizo esta amenazante notificación: Madres las que tengáis hijas/ solteras y por casar,/ hacé las paredes altas/ Que yo soy el gavilán”. O el burlón que dijo: “Vide un entierra pasar,/ pregunté quien se murió,/ y el cura me respondió:/ -El que llevan a enterrar…?37.

 Coplas, cantares y poemas que funden la tradición y americana para expresarse en la memoria de los pueblos. Dice Ñito Restrepo que “El pueblo, el gran poeta anónimo” tiene en su haber versos puros traídos de España, versos regionales antioqueños y versos parroquiales. Entre los primeros: En el mayor imposible/ nadie pierda la esperanza,/ Porque la constancia vence/ lo que la dicha no alcanza”38.

 Como ejemplo de regionales, reproduce: “Antioquia era capital/ Y hoy por su desgracia aldea;/ No dejará de llorar/ Cualquiera que la vea”39. Y locales “…algún seductor, escapado por milagro del puñal y al revólver de las seguras vendetas entre aquellos celosos montañeses, parece jactarse así de su hazaña impagada: Una niña me dijo/ En Salamina:/ ¿Cuándo va por el niño/ Que ya camina?40”. Estas copla o redondillas como las califica Ñito Restrepo, salen los fines de semana los poblados, animadas con vihuela y luego los “bailes de candil” o bailes de “garrote”, en los que al son de “la caña, la guabina, los monos, el gavilán, el caracumbé, el salga el sol, el fandanguillo, la cartagena, el bizarro, el mapalé y el currulao”, se apaga la lumbre y se inicia la “garrotera”, los que quedan vivos, aporreados o no, cantan coplas y sonetos, lucen el pueblo poetizante.

 Están en esos sonetos, cantos e instrumentos, las tres herencias, la negra, la india y la hispana. El canto “a lo divino y a lo jumao” o a lo indígena, lo acompañan “el chucho, el alfandoque, la guaracha, y el bimburrio”41. Cantan cosas santas, del amor y las diabluras. Ñito dice que “lo jumao” son los cantos tristes y groseros de los indígenas en castellano y agrega bajo su concepción supremacista, que los indígenas de América y los africanos “noposeían una lengua capaz de ser órgano dominador de las dificultades y elevaciones poéticas”42. El trabajo de compilación del Cancionero de Antioquia, le permite a Ñito Restrepo sustentar la supremacía blanca y de la lengua castellana; aunque reconoce que los africanos e indíenas cuando aprendieron el castellano, pudieron poetizar, como el caso de Candelario Obeso cuando canta: “Que trijte que ejtá la noche,/ la noche que trijte ejtá:/ No hay en el cielo una ejtreya…/ Remá… Remá”43.

 Los descendientes españoles anidados en ese oasis de civilización como lo es Medellín manejaron la vihuela y el tiple, heredados. Animaban los festejos con guabinas, bambucos y pacillos; “conviene notar aquí una costumbre que se guarda religiosamente entre la gente popular […] comenzando un baila por un grupo de personas, todo el que va llegando de fuer […] tiene que sacar pareja inmediatamente […] so pena de incurrir en el enojo de los dueños”44. A diferencia con el ambiente de las fiestas y bailes de las tierras bajas y altas en el bajo Cauca, donde prima el currulao y el mapalé. En Medellín los bailes son menos sensuales; a lo más se practicaba el fandanguillo importado, traído de la región minera de Huelvas, con influencia árabe: “El fandanguillo, como que era un bunde escabroso. […] danza del vientre” (Ídem. Pág. 64) con coplas de contenido erótico.

 La animación social de la vida cotidiana la hacían las coplas y los personajes cómicos endemoniados: se construyó el personaje Pedro Urdemales (Pedro Rimales) lleno de “gracia maliciosa”; la madre Celestina cuyo “nombre simbólico”, que acompaña a quien quiere lograr lo imposible45. Ñito dice, igual lo trae el Lazarillo de Tormes cuando se enfrenta a una dificultad para expresar: eso no se logra “ni con la bula de Meco”; son reminicencias originadas en la literatura querida y cultivada por los españoles peninsulares, los conquistadores y luego los colonizadores. Junto con los libros místicos se leía la picarezca “lo único que las autoridades coloniales dejaban entrar en sus herméticos territorios”46. Ñito hace una observación que ha sido repetida por sociólogos, historiadores y antropólogos “Y como Antioquia permaneció […] aislada del mundo durante el largo periodo en que dominaron los peninsulares, de suerte que los blancos […] tuvieron que rumiar unas mismas ideas y comunicar a sus gentes una misma literatura, en machacón de tres siglos, el género picaresco”47.

 A esa picaresca se asocia lo que llaman “poesía popular” aprendida a inmigrantes o inventada por “nuestros ingenios vernáculos”48. Se observa como ese aislamiento antioqueño, es juicio hecho a su vez para Castilla por el historiador Reparaz49. Castilla inoceánica, hidrófoba, igual que Antioquia. La vida social la rige la aridez de la meseta castellana y sus temperaturas extremas. El espíritu de sus gentes está en desequilibrio. Tienen “heroísmo fácil y fugaz” son vehementes, apáticos, de fácil improvisación, líricos, prosaicos; oscilan entre el ascetismo y la picaresca y la picaresca y el ascetismo50.

 Otro tanto son los antioqueños. Dividen sus cantos entre el amor a dios y el amor a las mujeres. Lo dice “José García (alias Cosiaca), ingenio popular clarísimo, almacén de ocurrencias, chistes trovas y décimas sin fin, le pedimos en un corrillo de muchachos fiesteros (pues Cosiaca recorría todos los pueblos antioqueños en los días de fiesta o ferias anuales) que nos recitara o nos cantara alguna cosa, siempre nos preguntaba […] ¿A lo divino o a lo jumao?”51. Divino es el cuarteto “Yo vide llorar la risa/ Y al gran tesoro en pobreza,/ vide quemar la justicia/ Y temblar la fortaleza”52. Jumao este otro, “Anda perra vagamunda,/ Yo se lo diré a tu mamá,/ Que antenoche te fui a ver/ Y no te encontré en la cama…” Por la insustancia de este último cuarteto, Ñito, dice que no transcribe el lenguaje porque eso para ser dicho solo entre hombres; se llena de pudor ante el auditorio en el que se entiende hay mujeres en esa conferencia de 1910.

 El Emiro Kastos de Manuel Uribe Ángel53

Juan de Dios Restrepo, cercano pariente de José Félix de Restrepo y sobrino del historiador José Manuel Restrepo, parentela radicada en Envigado. Uribe Ángel dice que conoció a Emiro en Bogotá en 1840 – 1841 de diez y nueve años, época de estudiante. Inició estudios de jurisprudencia con otros como Camacho Roldán y Gregorio Gutiérrez González. Uribe Ángel viajó en 1844 con Emiro y Ricardo Parra de Bogotá a Medellín por el camino del Nare. Emiro hablaba –dice Uribe Ángel- de Benttham, Filanghieri, J. B. Say, Constant, Juan Sala, Ramón Campos, F. Bastiat, Tocqueville, Guizot y Muchelet. En la universidad recibió clases con Ezequiel Rojas y Florentino González. Asistió como amigo al “salón de tertulias de Don Juan de Dios Aranzazu”54. Se formó una gran erudición por ser un lector permanente de literatura, filosofía, política, de todo el mundo. Sus lecturas favoritas eran los autores “Larra y Mesonero Romanos, Bayron y Shakespeare, Tácito y Plutarco, Víctor Hugo y sobre todo el gran Balzac”55. Emiro era de mediana estatura y de cuerpo hirsuto, pero gran caminante y jinete. Vestía telas finas pero con desgreño, pulcro y limpio.

 Desde 1854 “publicó en Medellín en “El Pueblo”, periódico literario, político, noticioso e industrial en que trabajaron, entre otros, Camilo A. Echeverri, Benigno Restrepo, Juan Crisóstomo Soto y Lucrecio Gómez. Todos ellos eran […] amigos de Emiro Kastos, quien con sus donosos artículos sobre costumbres, industria y economía política dio sumo interés a la publicación”56. Combinaba la agricultura, la minería, el comercio, la escritura y la lectura.

 Uribe Ángel observa que Emiro decía: “Estas costumbres parroquiales de Antioquia me parecen venero inagotable para formar artículos de costumbres –pues a la obra, le contesté; y al día siguiente, a la misma hora, me leyó Mi compadre Facundo; acaso la más sutil, delicada y estupenda observación”57. Publicó en “El Neogranadino” y “El Tiempo”, periódicos bogotanos. Se casó con Josefa palta y para 1885 vive en el Tolima dedicado a la minería y el cuidado de sus hijos.

 La crítica sistemática de Emiro Kastos

Observó profundamente la sociedad que le tocó vivir y por sus escritos podemos imaginar la sociedad antioqueña de mediados del siglo XIX. Sociedad compuesta por “tres o cuatro personas ricas e influyentes, y de una multitud de ignorantes y candorosos labriegos a quienes aquellas engañan y explotan a todo su sabor”58 La esperanza de los labriegos está en el cura párroco, cuando este es honesto y fiel a la religión, se convierte en guía y maestro; pero cuando busca el lucro y el poder se mete con la política y desvirtúa su profesión. Ni los obispos, ni el presidente de la república tienen inferencia en la parroquia. Todo lo guía el cura58.

 En su opinión sobre La peregrinación de alfa de Ancisar y Codazzi, dice que se admirará en Antioquia “la audacia de sus habitantes, que han hecho caminos al través de rocas y de precipicios […] esa lucha constante del hombre con la naturaleza […] estableciendo pastos y labranzas […] y construyendo habitaciones […] cerca de las nubes, donde pasan su vida pacífica y tranquila familias laboriosas y honradas, sin oír más ruido que el canto monótono el gallo o el lejano murmullo del torrente”59.

 En el valle de Medellín se ven los progresos materiales y el atraso intelectual, el buen sentido de las masas y su genial independencia, al lado de esa ignorancia supina en las cuestiones públicas”60  Además de las riquezas observarán el egoísmo explotador de los ricos en las parroquias y las miserias en las chozas de las gentes pobres61. Aquí reinan unas costumbres “frías y ceremoniosas […] los hombre se reúnen solo para negociar y transar dinero. Reina un individualismo tan completo y tal idolatría por el yo, que puede asegurarse que aquí hay hombres pero no hay sociedad”62. Viven para comprar y vender “una aristocracia monetaria, algún tanto iletrada […] tiraniza la sociedad”63, dominan la política, las elecciones, los tribunales, las costumbres; “ejercen un poder soberano y feudal”64. Dice Emiro que defiende la posesión de la riqueza, pero esta debe generar bienestar entre los pobres y fomentar la industria, la filantropía, la utilidad general; pero estos banqueros antioqueños y bogotanos “son una especie de vampiros que podrán inspirar temor, pero nunca simpatías ni respetos”65. Las oligarquías de Medellín, desprecian la educación y se oponen a la difusión de las luces y se ponen servilmente a disposición de los jesuitas y de Mariano Ospina, tirano de los liberales.

 La mujer carece de iniciativa en una sociedad hecha por hombres y para hombres; pero son esbeltas, leales esposas, enclaustradas y domésticas. Medellín por estar incomunicada, alejada del mar, del ferrocarril y ríos navegables, tiene una población en decadencia, sin industria. Sólo tiene usureros. Todos quieren ser propietarios y esto los asemeja a los yanquees. Fuera de Medellín l vida es cara y aman el lujo. Los hombres y mujeres se casan rápidamente y luego del lujo de la boda se entierran en su posesión y “como en la familia bíblica ordeñar […] preparar la comida […] van a las fuentes a lavar ropa […] ni un rayo de placer ilumina las tinieblas de esa vida oscura y silenciosa”66.

 En el artículo titulado “la minería en Antioquia”67. Emiro señala el individualismo, el culto a la política y la literatura, el espíritu de especulación, usura, compra venta, como los causantes del atraso en el progreso de la minería. Los antioqueños deben enviar sus hijos a Alemania, Sajonia o Hungría a estudiar minería y no a París, donde gastan quinientos pesos anuales, para aprender modales que adornan pero no son útiles. Kastos pone como ejemplo el trabajo que viene haciendo Moore, un inglés sabio – dice- en las minas del Sancudo. Ha creado unos hornos que permiten fundir la jagua68 y aprovechar el oro que se desechaba mesclado con lodos. El trabajo de Moore muestra la necesidad de abandonar el individualismo y adoptar la asociación para formar empresas que aprovechen la riqueza de recursos de Antioquia. Promete la ferrería que requiere poner a producir 1.200 libras de hierro anuales para abaratar las que se importan a un precio doble. Es necesario poner pisones en las minas para explotar el oro de beta, porque el oro corrido se agotó69.

 Julia es el título que Emiro le puso a un artículo publicado en El Tiempo70. Observa la experiencia de una joven y hermosa medellinense, amiga suya, que a los 16 años se enamoró de un dandy recién llegado de una estadía en París; la familia decidió ser un buen partido y se organizó el matrimonio. Dice Emiro que a los seis años volvió a su casa y encontró a Julia, pálida, ajada, dedicada a la costura en un cuarto sin adornos. Dialogan y ella se queja de la condición de la mujer a la que se le niega la educación y se le condena a matrimonios equivocados. Su esposo, luego de su aspecto de dandy y por ello haber logrado el matrimonio, se olvidó del gabán y la navaja de afeitar, se dedicó al agio, al aguardiente y el tiempo lo pasa en la calle: “Alfredo, a los dos meses de casado, olvidó las cortesías que había aprendido en París, se envolvió en un saco de paño burdo, descuidó la relación con el jabón y las navajas de afeitar, se entregó al agio con furor”71.

 Sobre los bailes escribe: un martes de diciembre en “la espléndida casa del señor Juan Pablo Sañudo, tuvo lugar, dado por su familia, uno de los más hermosos bailes á que hayamos asistido jamás”72. A pesar del ascetismo en Medellín se baila. Allí se observaron todas las bellezas, desde la judía de cabellos dorados, hasta la árabe morena “de ojos negros y mirada revolucionaria”73. Movían sus cuerpos con las ondulaciones del vals.

 Registra un domingo de enero la presentación en el teatro de la ciudad (no informa sobre la ubicación) de la obra el Zapatero y el rey, drama de José Zorrilla. Califica la obra de detestable y un pecado contra el buen gusto; pero reconoce la habilidad de los actores: “…á los antioqueños siempre exagerados sólo los sacuden escenas violentas y pasiones homicidas. Amigos de sensaciones fuertes, tal vez para buscar contraste con la prosa eterna y monótona cuotidiana de nuestra vida, tiene marcada predilección por el drama pavoroso y romántico de Dumas y Víctor Hugo”74.

 En “Un paseo por la montaña”, Emiro narra un paseo su viaje a Río Claro, a visitar un grupo de norteamericanos que explotan una mina de saca, oro corrido, aluvión; dice lleno de admiración: “Además interesa mucho al país en general mezclar nuestra población nerviosa, prieta, descolorida y linfática con esa otra fuerte, rubia, blanca, colorada y sanguínea”75.

 Esta convicción hace parte del sistema de pensamiento de Emiro Kastos. De su concepción de la vida y de la política; aparece como un liberal ilustrado convencido de la preeminencia y supremacía de la raza blanca. Crítico de la iglesia que utiliza la ignorancia del pueblo para ponerlo al servicio del conservatismo. Su lenguaje está lleno de términos tomados de las ciencias sociales, como él dice, y es corriente en sus artículos, el uso de palabras como socialismo, comunismo, proletarios, burguesía, yankees. Aspira a una sociedad educada, organizada con base en la justicia, en la que la riqueza cumpla una función social y no de especulación que produce pobreza y vileza en el pueblo. Emiro fu un aristócrata ilustrado, un miembro de la élite notable expresada en el régimen llamado “El Olimpo Radical” que gobernó a Colombia de 1863 a 1886.

 El antioqueño es supersticioso, fanático y reacciona ante las reformas y progresos sociales, escribe en “Antioquia y sus Costumbres”76, pero “en compensación es sobrio, trabajador, económico y amante del orden, de la familia y el hogar”77. Es rudo por tener que enfrentarse a una tierra desfavorable y una naturaleza en extremo difícil. La prosperidad del pueblo antioqueño se debe al puritanismo, y l vigor de la institución familiar y sanas costumbres; alejado de los placeres. Solo espera casarse para ser esposo y alejarse del mundo pecaminoso. Las mujeres cortesanas lo son porque la pobreza las lleva a esa condición, y “se muestran a hurtadillas, temblorosas y vergonzantes”78. Las citas amorosas, las seducciones, los raptos, las “escalas de seda”, se han estrellado contra el puritanismo de las clases altas y las “familias burguesas”. En las parroquias todos los hombres, rico y pobres, se casan entre los 18 y 19 años. El trabajo de ambos cónyuges los sostienen, y muchos logran comodidad o riqueza. Ejemplo el caso de “Mi compadre facundo”.

 En contravía del español que le dio origen, el antioqueño no heredó la pereza; construyó una “actividad devoradora”. “Cuando las minas se agotan y la tierras se esterilizan […] toda una población recoge sus utensilios de trabajo, sus lares domésticos y emigra en busca de comarcas más afortunadas”79. Son de sentido práctico, negociante, industriosos, hábiles artesanos, músicos y trovadores. “El sentimiento de lo bello, la literatura y las ciencias elevadas no han podido generalizarse […] en una provincia aislada…”80. Todo el tiempo se lo lleva la naturaleza ingrata.

 Notas

1. Costumbres parroquiales de Antioquia. Mi compadre Facundo. Escrito en Medellín el 1o. de julio de 1855, en el periódico El Tiempo No. 29 del 17 de julio de 1855. Compilado en Kastos, Emiro. Artículos escogidos. Publicados por Juan M. Fonnegra. Londres 1885.

2. Ídem. Págs. 112-113

3. Ídem Pág. 113

4. 5. Ídem Pág. 114

6. Ídem Pág. 115

7. 8. Ídem Pág. 116

9. 10.Ídem Pág. 117

11. 12. Ídem Pág. 118

13. 14. Ídem Pág. 120

15. Ídem Pág. 121

16. Ídem Pág. 123

17. Restrepo, Antonio José. El cancionero de Antioquia. Bedout. Medellín 1955

18. Ídem. Pág. 14)

19. Ídem Págs. 14-15

20. Ídem Pág. 15

21. Ídem Pág. 17

22. Ídem Pág. 25

23. Ídem Pág. 32

24. Ídem Pág. 33

25. Vaillo, Carlos. La novela picaresca. En Historia Universal de la Literatura. Tomo 2.

26. Restrepo, Antonio José. Ob. Cit. Pág. 28

27. Alemán, Mateo. Guzmán de Alfarache. Ediciones Perdidas. España. www.librosdearena

28. Ídem. Pág. 43

29. Ídem. Pág. 56

30. Ídem. Pág. 137

31. Restrepo, Antonio José. Ob. Cit.

32. Ídem. Pág. 98

33. Ídem. Págs. 98 - 99

34. 35. 36. 37. Ídem. Pág. 25

38. Ídem. Pág. 28

39. Ídem. Pág. 30

40. Ídem. Pág. 32

41. Ídem. Pág. 50

42. Ídem. Pág. 51

43. Ídem. Pág. 48

44. Ídem. Pág. 63

45. 46. 47. 48. Ídem. Pág. 66

49. Gonzalo de Reparaz, Geografía y Política. Los Reparaz: padre e hijo, ambos geógrafos vivieron entre 1860 y 1980.

50. Restrepo, Antonio José. Ob. Cit. Pág. 67

51. Ídem. Pág. 67

52. Ídem. Pág. 68

53. Manuel Uribe Ángel. Prólogo. En Emiro Kastos. Artículos escogidos. Londres 1885

54. Ídem. Pág. XV

55. Ídem. Pág. XVI

56. Ídem. Pág. XVIII

57. Ídem. Pág. XIX

58. Artículo “El sacerdote católico”. En el Neogranadino No. 106 Junio de 1850. Emiro Kastos. Artículos escogidos. Londres 1885. Pág. 2.

59. 60. 61. Ídem. Pág. 12. Artículo “Alpha”. En El Neogranadino No. 125. Octubre de 1850

62. Ídem. Pág. 68. Artículo Carta tercera. En El Neogranadino No. 192. Enero de 1852

63. 64. 65. 66. Ídem. Pág. 69

67. El Pueblo. No. 14. Septiembre de 1855. Emiro Kastos. Artículos escogidos. Londres 1885.

68. Tierra desechada en las minas que aun contiene oro. Nombre de diosa indígena, civilizatoria, dado a un árbol del que extrae tinte indeleble para adornar la piel.

69. Ídem. El Pueblo. No. 14. Pág. 160

70. Artículo “Julia”. En El Tiempo No. 44. Octubre de 1855. Emiro Kastos. Artículos escogidos. Londres 1885. Pág. 164

71. Ídem. Pág. 164

72. El pueblo No. 20. Dic. de 1855. Emiro Kastos. Artículos escogidos. Londres 1885. Pág. 165

73. Ídem. Pág. 166

74. Artículo “Teatro”. El pueblo No. 33. Enero de 1856. Emiro Kastos. Artículos escogidos. Londres 1885. Pág. 172

75. Artículo “Un paseo por la montaña” El pueblo No. 42. Junio de 1856. Emiro Kastos. Artículos escogidos. Londres 1885. Pág. 197

76. Artículo “Antioquia y sus Costumbres” El Tiempo No. 186. Julio de 1858. Emiro Kastos. Artículos escogidos. Londres 1885. Págs. 262 - 267

77. Ídem. Pág. 263

78. Ídem. Pág. 264

79. Ídem. Pág. 266

80. Ídem. Pág. 267

Imagen: Los zapateros. Fotografía de Melitón Rodríguez, 1895. Colección Archivo Fotográfico, Biblioteca Pública Piloto, Medellín.

 


miércoles, 22 de julio de 2020

viernes, 19 de junio de 2020

Los talleres del ferrocarril de Bello. Un bien de interés cultural


Los talleres del ferrocarril de Bello son considerados un Bien de Interés Cultural, por las instituciones que tutelan la cultura y producen leyes; por las ciencias sociales y humanas apersonadas del análisis de la tradición y la identidad cultural; y por las generaciones que crecieron acompañadas de la presencia del tren. Generaciones con una mentalidad plena de signos y símbolos relacionados con la vida de las estaciones, el viaje, el comercio, los olores, los sonidos, las modas, las novedades técnicas y científicas o espacios de oportunidades económicas.

Pero este bien cultural está inmerso en un contexto nacional. Una de las expresiones de la cultura material de los colombianos, más relacionada con el sentimiento nacional son los ferrocarriles. A la distancia de ciento setenta años de haberse tendido el primer riel, el ferrocarril y todos sus elementos constitutivos (trabajadores, estaciones, trenes, vías y talleres) conforman lo que la Ley General de Cultura de 1993, define como Bien de Interés Cultural, para ingresarlo al patrimonio cultural de Colombia.

El interés se establece con base en un grupo de criterios de valoración, como pautas de significación cultural. Los ferrocarriles en Colombia, desde su inicio hasta su olvido, fueron el signo del arribo del país al progreso, expresión equivalente a la de modernidad. El ferrocarril entró a las ciudades colombianas a finales del siglo XIX y principios del XX como una “mula de hierro”, anunciando el tiempo de la ciencia y el progreso. La visión de las locomotoras estruendosas y vomitando vapores a presión, marcó la mentalidad de los colombianos y se incrustó en la identidad cultural.

Este producto de la técnica, que se expandió rápidamente por todo el mundo, dividió la historia de los países donde llegó en dos, en un antes y después; porque de ahí en adelante la comunicación humana redujo el tiempo para la transmisión de los mensajes y los abastos. Se conforma así el valor histórico de los ferrocarriles. La política, la economía, el imaginario social y el territorio, entraron a ser afectados, modificados o revolucionados por los rieles.

Colombia tiene una estructura física regida por la trifurcación de la cordillera de los Andes. Los tres ramales resultantes, llamados a su vez cordilleras, configuran un territorio quebrado con alturas, pendientes, depresiones, valles, y mesetas o altiplanos, de muy difícil comunicación. En la época colonial (1530 – 1810) la sociedad mestiza utilizó caminos pedestres indígenas para el tránsito de equinos con las cargas necesarias para los pueblos y villas ubicados regularmente al lado de las minas de oro. La comunicación buscaba el intercambio de las zonas montañosas con el río Grande de la Magdalena, arteria básica del territorio tanto para las sociedades indígenas de épocas prehispánicas como para la sociedad colonial.

Estas condiciones son las que le van a dar a los ferrocarriles un valor histórico fundamental, puesto que los rieles van a salvar esos obstáculos físicos del territorio, para cohesionar y unir la nación. Por eso se relaciona inevitablemente revolución de independencia y construcción de la república con los idearios de progreso que vienen anclados o mesclados con la construcción de esas máquinas vaporinas.

Cuando Bolívar terminó la guerra de independencia, estaba convencido de las bondades del ferrocarril para unir los dos océanos por Panamá. Con la muerte del libertador no murió el proyecto. Desde ese entonces giró como una obsesión en la cabeza de los gobernantes de la Nueva Granada o Colombia, la construcción de ferrocarriles. La república unitaria de Santander, la federalista del Olimpo Radical, buscaron insistentemente ingenieros y empresas extranjeras ferroviarias para dotar el país de una red de carrileras; pero estas convicciones chocaron permanentemente con los intereses regionalistas que llevaron la naciente república a meterse en al menos diez guerras civiles, las mismas que siempre daban al traste con los trabajos del ferrocarril. Resultaron escandalosos sobre costos, pues las empresas contratistas se hacían indemnizar por el incumplimiento de los gobiernos colombianos.

En 1855 una empresa norteamericana termina el ferrocarril de Panamá; en 1872 se termina el ferrocarril Barranquilla – Sabanilla; en 1874 Francisco Cisneros inicia el ferrocarril de Antioquia desde Puerto Berrío. En 1876 se contrató la construcción de la vía Cúcuta – Villamizar. En 1878, también Cisneros inicia el ferrocarril del Cauca e inaugura el primer tramo Cali - Buenaventura en 1882. Bogotá y Girardot se conectan por rieles en 1884. El 20 de julio de 1889, día de la independencia, se inauguró el ferrocarril de la Sabana. En 1907 se inició el ferrocarril de Amagá. En 1910 se inicia la perforación del túnel de la Quiebra. En 1815 la empresa Ferrocarril de Caldas unió Manizales con el Pacífico. En 1913 se termina el túnel de la quiebra y Medellín quedó unida con el Río Magdalena; ese mismo año se inicia la construcción del ferrocarril del Tolima.

Esta vocación de Colombia quedó fundamentada en 1924 y sellada con la intención de establecer la red ferroviaria nacional con los dineros de la indemnización que pagó estados Unidos a Colombia por la pérdida de Panamá. El 70% de esos 23 millones de dólares se dedicaron a consolidar los ferrocarriles nacionales. Pero esta intensión la truncó la introducción de automotores y la consecuente red de carreteras que entraron a rivalizar con el ferrocarril. A pesar de ello el transporte ferroviario sí logró crear un mercado nacional. Por él los productos de las regiones resultaron posibles y asequibles a los connacionales. Antes resultaba más barato comprar en el exterior que comprarle a los vecinos.

Esas bondades de la época llamada revolución industrial, cuyo invento más portentoso fue la producción de movimiento a partir de la energía del vapor, acompañaron los desarrollos de la economía colombiana. El tren sacó el tabaco a los puertos, cuando este producto fundamentó la economía decimonónica. Luego, a partir de 1880 la vocación económica de los colombianos se pasó para el café. La mayoría de la tierra culta se dedicó a ello y las regiones clamaron por una línea férrea que les sacara el producto al río Magdalena. Los ferrocarriles en Colombia son testigos del desarrollo del conocimiento de la tecnología del hierro, al dar origen a varias ferrerías en el país. De estos entablamentos salieron los aperos para el procesamiento industrial del café, el maíz, el cacao y bebidas.

El túnel de la Quiebra, fue diseñado por el ingeniero Alejandro López. Fue Perforado por la empresa de Francisco Cisneros. Esta obra se terminó en 1913 y permitió que los trenes rodaran de Medellín hasta el río Magdalena y de ahí ganar la costa atlántica. Esta obra gigante, le dio cuerpo al Ferrocarril de Antioquia y lo convirtió en referente de progreso para todas las gentes. El ferrocarril se afianza como valor cultural en el valle de Aburrá y especialmente en el municipio de Bello a partir de la construcción de los talleres. “En 1921 se inició la construcción de los talleres cerca de la estación local por iniciativa de Eugenio Gómez Gómez, superintendente del ferrocarril. Posiblemente fueron diseñados por el ingeniero civil Neftalí Sierra enviado a especializarse en concreto reforzado en EE.UU. Finalmente fueron inaugurados en 1925”.*

La estación Bello y los talleres moldearon la ciudad y marcaron el ritmo de la vida de los habitantes. Se adicionan estos a la fábrica de textiles, para conformar el acontecimiento de un inicio de siglo XX como la entrada al mundo moderno que trajo novedades transformadoras. El tango y el bar, música y espacio de y para el ocio en tiempo libre, moldearon el paisaje: en la mayoría de las esquinas se instalaron bares o cantinas con traganíqueles. De la estación y la fábrica se ganaba la plaza central por un barrio con el nombre de la ciudad industrial inglesa de Manchester, la calle más importante del barrio se le llamó Cisneros y se pobló de hoteles, comercio y mercado a partir de 1930.

Por tren llegó uno de los oficios más prósperos de la localidad: el dentista. Llegó y se quedó y los dentistas recibían a los viajeros en la estación para ofrecer una nueva sonrisa o aliviar definitivamente el dolor de muelas. Los viajeros que buscaron este servició crecieron y la fama fue nacional. Llegó también el oficiante proselitista y para 1920 las obreras y obreros practicaron y saborearon la huelga y la conquista de reivindicaciones laborales; el socialismo se metió en el corazón de una de las sociedades más conservadoras de Antioquia. Los habitantes a partir de 1908 y 1924 encontraron unos oficios distintos a la agricultura y la ganadería, a la par del bar o la cantina se abrieron talleres barriales de latonería, metalmecánica, cerrajerías, trabajos del algodón, costura, sastrerías y confecciones.

Los talleres del ferrocarril están en el imaginario de los habitantes de Bello como el origen de la cultura ciudadana, transmitida de padres a hijos. Hoy los altos muros y columnas de ladrillo macizo a la vista de las bodegas y salones funcionales para la reparación de locomotoras y vagones, son un vestigio bien conservado de una arquitectura para el transporte, digna de ser preservada, restaurada y puesta a cumplir una tarea educativa para las nuevas generaciones. Ahí está la memoria, la identidad, la evocación de un pasado lleno de mujeres y hombres que vivieron intensamente y deben ser ejemplo para seguir construyendo.

* Inventario del Patrimonio Urbano y Arquitectónico del Valle de Aburrá. Área Metropolitana Valle de Aburrá y Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín 2006

Textos de apoyo:
1. Arias de Greiff, Jorge. Los Ferrocarriles en Colombia 1836 -1930. En Revista Credencial Historia. No. 257. (Consultado en https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-257/ferrocarriles-en-colombia-1836-1930).
2. Niño Murcia, Carlos. Los ferrocarriles en Colombia: genealogía de un fracaso (sin fecha). En (http://bdigital.unal.edu.co/44703/1/46455-225653-1-SM.pdf)

Imagen: Ferrocarril de Antioquia. Tomada del portal Fotos Antiguas de Medellín.