La historia política tiene la condición de hacer
abstracción de la vida cotidiana de la sociedad que se estudia. Se escribe
sobre los hechos que vuelcan el curso de los acontecimientos y meten a las
comunidades en otro tipo de relaciones. La causa política de los
acontecimientos, son el origen y tienen como base las ideas. Ejemplo personajes
de mediados del siglo XIX
sembraron en la política la necesidad de romper con la persistencia colonial y
enrutar el país hacia una vida social y política liberal moderna. Dentro de
esos personajes hubo hombres sensibles que observaron la vida cotidiana de las
gentes, porque ahí es donde se sufren las decisiones políticas.
La preocupación por lo cotidiano se inscribe en la
historia de las mentalidades, como esos contenidos de los individuos y las
sociedades que los llevan a actuar o a la inacción. Se actúa dentro del tiempo
y en un espacio, para construir una vida de relación todos los días, horas y
minutos o instantes; cuando intentamos remembrar lo actuado, lo hacemos como
una cronística de las observaciones de nuestro actuar o el de los otros. Esta
actitud, dentro de las ciencias se llama historia de la vida cotidiana.
Estas preocupaciones, que abrieron ese espacio de
reflexión sobre la vida social, datan del siglo XIX cuando las ciencias sociales teorizaron y
buscaron explicaciones sobre el porqué de las revoluciones. Hoy no solo
buscamos el porqué de las revoluciones, sino el porqué de la desigualdad en
sociedades jóvenes como la nuestra. Y esas repuestas las construimos observando
la vida cotidiana a través de la escritura de quienes llevaron al papel sus
vivencias y testimonios.
Nos hemos ocupado en la tarea de rastrear e
imaginar la vida cotidiana del Hatoviejo (Bello desde 1883), cometido que nos
lleva necesariamente a relacionarla o contextualizarla en el valle de Aburrá y Antioquia.
Por eso más acá de la historia política están las huellas escritas en obras de
autores que tuvieron la sensibilidad de escribir sobre la vida cotidiana o
sobre la forma como los individuos, las familias o las comunidades resolvían
las coyunturas diarias de las relaciones interpersonales, con los vecinos o con
el poder. Entre esos autores nos acercamos a la cronística de Emiro Kastos (Juan
de Dios Restrepo Ramos 1825 – 1884). Un prólogo de Manuel Uribe Ángel (1822 –
1904); La obra de compilación folclórica de Ñito Restrepo (Antonio José
Restrepo Trujillo 1855 – 1933) y el prólogo del Indio Uribe (Juan de Dios Uribe
Restrepo 1859 – 1900). Ñito Restrepo hurga en la cultura española el posible
origen del ser antioqueño en el que se inscribe nuestro interés por lo
cotidiano del Hatoviejo. Y va hasta la picaresca y afianza y fundamenta sobre
el pícaro antioqueño; por eso se hace una anotación de la obra de Mateo Alemán
(1547 – 1614) “Guzmán de Alfarache”, tratando de rastrear contenidos que
expliquen la conducta diaria de ese producto humano colonial creado en esta
tierra quebrada y accidentada entre los ríos Cauca y Magdalena.
Las observaciones
de Emiro Kastos1
Facundo educado por su padre un chapetón “fanático
e ignorante […] no le enseñó otra cosa que a temer al Rey, a Dios y al Diablo;
a leer aunque no de corrido y regularmente las cuatro reglas de aritmética”2.
Facundo “comprando aquí, vendiendo allá, reduciendo a oro sus pequeños
beneficios, que vendía con provecho a los comerciantes de Medellín […] pudo
comprar una recua de mulas, darle más extensión a sus rescates…”3.
Le quitaron todo en un asalto, todo el oro y ya sin “capital para seguir su
antiguo oficio de rescatante, a pesar de sus pretensiones nobiliarias […] se
alquiló en una mina como jornalero […] es muy común entre los nobles de la
antigua Antioquia echar a un lado la negra honrilla cuando se ven apurados por la
suerte, y entregarse a labores materiales ; pareciéndoles más digno y honroso
trabajar, aun en los oficios más vulgares, que imitar a los blancos de otras
partes que, cuando no pueden ser negociantes o empresarios de industria, se
agrupan en las poblaciones a vivir de petardos o de empleos”4.
El ser de los antioqueños se caracteriza porque
siempre van al fondo, Si es con el juego, lo apuestan todo, si es en el licor
llegan hasta echar a un lado los respetos sociales. “Entre los que se dedican a
la plutocracia, á la avaricia (culto muy popular hay algunos que perfeccionan
la ciencia hasta el punto de convertir al Harpagón de Moliére, al israelita de
Balzac en tipos pálidos, derrochadores y pródigos”5. Facundo se
metió al saqueo de sepulturas indígenas y armado de hacha y decisión colonizó
un pedazo de selva, abrió monte, cultivó la tierra y luego de conseguir unos
miles de pesos se volvió comerciante: “como se viese ya con un mediano capital,
retirose a la parroquia que hoy habita, donde abrió tienda de comercio […]. Un
individuo es alternativamente agricultor comerciante, minero: poblaciones
enteras andan vagando de norte a sur y de sur a norte, en busca de tierras más
fértiles y minas más ricas […] deseo febril de mejorar de condición, de
adquirir independencia y capital”6.
Facundo no se quedó en la usura “empleó sus
beneficios, lentos pero seguros, en tierras alrededor del lugar, las cuales no
le costaron casi nada, pues desalojó a los vecinos encerrándolos en tratos y
arruinándolos con dineros ha subido interés. El gamonal de pueblo cuando cae en un punto se extiende como una
verdolaga”7. Emiro Kastos con el ejemplo de Facundo, generaliza y
concluye que el poder territorial y financiero del gamonal se alía con el cura
párroco y con los abogados para ser poder monolíticos. “El tinterillo dirige al
alcalde, la gruesa voz de mi compadre (Facundo) domina el cabildo, y el cura
gobierna las conciencias. Toda elección se hace a su sabor: nada se lleva a
cabo sin el fiat de estos caballeros.
Contra esta trinca, organizada poco más o menos en los demás pueblos de la
República, se estrellan…”8 la prensa, los ilustrados que quieren
extender la democracia “hasta las últimas capas sociales”. El cura, el
tinterillo y el alcalde son los que saben leer, y de los pocos periódicos que
llegan al pueblo, ellos deforman la información al ser llevada a las gentes
iletradas. Si las letras hablan de libertad el presbítero dice herejía; si
hablan de “contribución directa” el alcalde y el tinterillo dicen comunismo.
Emiro Kastos (Juan de Dios Restrepo) estudia la
sociedad y los individuos con conciencia y con intención. Su bagaje teórico lo
puso en práctica. Por eso invita al lector, luego de haber caracterizado
política y económicamente a Facundo, a entrar “a su casa para estudiarlo en la
vida domésticas [con sus] costumbres parroquiales de suyo dormilonas y
prosaicas”9. Facundo está casado, como todos los antioqueños,
mujeres y hombres por no haber vida social ni placeres. Se refugian en la
familia. Ellas y ellos van descalzos y “sus pies son grandes y desparramados”10
en ricos y pobres. Ambos se eligen más por hacendosos que por amor y belleza.
La casa de facundo y su esposa Fulgencia “da por el frente a una de las calles
y por el interior se entra a la hacienda”11. La casa es un claustro,
las piezas no son independientes, los muebles son un gran escaparate, tarimas
viejas y camas sin colgaduras, “casas tan desmanteladas inspiran tristeza, pero
armonizan perfectamente con las costumbres puritanas, frías, silenciosas y
monótonas de la familia parroquial antioqueña […] al entrar en una de esas
casas piensa uno involuntariamente en la otra vida”12.
El tiempo se llena con oficios constantes que solo
los interrumpe la noche y el rosario. La observación de Emiro es sistemática,
obedece a un esquema: el individuo y su carácter; el pueblo al que pertenece;
la actividad política, económica y religiosa; la vida interna (su casa, mujer e
hijas); los oficios, la comida, los festejos, la educación de los hijos y la
vida de afuera, en la plaza.
Por el fin de la esclavitud, las mujeres ordeñan, crían
“marranos”, cocinan todo el día, planchan cosen y enrollan tabaco. Se entiende
son costureras y tabaqueras a destajo; las enganchan huéspedes o agregados o
arrendatarios. El dinero va a una alcancía. Se cocina y se come no para gozar
sino para vivir: priman los vegetales sobre la carne. Sólo hay “volatería”
(carnes de aves) por muerte de un obispo, por enfermedad o para huéspedes y
visitas. Los antioqueños son “obsequiosos y convidadores” en el exterior y con
los amigos entrañables. Aman el frito: “todo frito, siguiendo las malas
tradiciones de la grasosa cocina española”13.
La vida social se hace los domingos, día para usar
los zapatos. Las mujeres van al mercado y a la lotería (juego de azar público).
“El baile les está vedado como diversión pecaminosa, pero suele permitírseles
asistir a alguna nocturna lotería […] una lotería es casi una felicidad. Allí
se encuentran los amartelados de ambos sexos […] y entre ambo y terno, se
murmuran promesas de amor y se obtiene el tan anhelado si…”14. Facundo
antes de dormir va a la plaza. Tertulia con sus vecinos, entre quienes está un
sacristán y la “cabeza más fuerte en política de la parroquia”; se habla de lo
que se tiene y se hace, ganancias y pérdidas y de que “los rojos están otra vez
en Santafé atacando la religión, y reclutando tropas para destronar al Papa”15.
Emiro termina el artículo, dedicado a un hijo de
Facundo enviado a Bogotá a estudiar Derecho. Aprendió sobre lujos. “Lo mandé a
que aprendiera a hacer escritos, y no sabe poner “ante usted parezco y digo:
Pero ha venido con la llena de cucarachas y de grandezas. Dice que la casa está
fea, como si yo no hubiese vivido en ella treinta años sin darme un dolor de
cabeza […] y esas mocosuelas de sus hermanas, a su ejemplo, andan todas ideáticas pidiendo galanuras, maestros
de francés y otras cabronadas”16. Ese muchacho se graduó por
infusión, pues se volvió Gólgota. Puntea la vihuela, se aficionó al café y al
placer, palabra herética para los antioqueños.
La
observación del Indio Uribe17
En El cancionero de Antioquia, Ñito Restrepo, como
se le conoció, se tiene una semblanza del autor, escrita por Juan de Dios Uribe
(El Indio Uribe) en 1898, en la que informa sobre la vida cotidiana en
Antioquia, en la segunda mitad del siglo XIX. Dice que el cinco de abril de 1877 entró
a Medellín el general Julián Trujillo con su tropa vencedora. Los liberales se
llenaron de entusiasmo y le dio prestigio al partido en tierra de
conservadores. Estas posiciones políticas partidistas fueron el primer calado
ideopolítico profundo la vida en independencia de la Nueva Granada. La
religión, la plutocracia y ser conservador o liberal fueron el contenido del
imaginario social antioqueño. Por eso la religión se metió en la política y el
oro cruzó a las dos.
El triunfo liberal de 1877, que se conoció como
pírrico, porque le abrió la puerta a Rafael Núñez, el liberal converso, pues le
entregó el país a la iglesia y a los conservadores. Pero ese triunfo creó en
Medellín un “boom” de “publicaciones y clubs revolucionarios”. En uno de los
periódicos llamado “El Tartufo” se expresó “Ñito Restrepo para mostrar su
poética y su sensibilidad por la cultura popular”.
Por los Restrepo fundadores de la república y
originadores de pueblos, dice El Indio Uribe que “la crianza de un muchacho en
las poblaciones pequeñas y en los campos de Antioquia, no se pinta por lo
prolija y esmerada, más por lo sumaria y recia, crecen los niños al aire libre
pegados a la tierra […] van cediéndose el campo los unos a los otros en las
caricias maternas, pues la fecundidad de las mujeres desborda, la familia se
extiende y lo que era una nidada de gorriones se convierte de pronto en una
tribu. Gozan sólo las hembras, por lo general de los mimos y cuidados de flores
que no deben estar a la intemperie”18.
Familias de trece hijos, cantidad media; muchachos
madurados con el sol y el agua de los campos, en jornadas extensas de caza,
pesca, lidia de reses, siembra, trapiches, cosechas, mazamorreo, el caney,
además de la escuela, fiestas parroquiales y “romerías en montón a otros
vecindarios”19. Jóvenes que se hacen adultos muchas veces en el
extranjero; pero “la casa paterna […] humea […] la vacada se despereza a sus
pasos, las aguas del río murmuran su nombre, y las aldeanas familiares los
llaman por señas, medio ocultas en el ramaje, […] adornados los cabellos de
fucsias y de rosas silvestres”20.
Pero todo ese trabajo duro lo debieron asumir los
hijos y las familias, luego de 1865 por el fin de la esclavitud. El estado le
compró a los esclavistas los esclavos y les dio la libertad. Fue la
constitución de Rionegro de 1863 quién llevó a su articulado la prohibición de
esa práctica nefasta: ese antes y después marca la historia del trabajo en
Colombia o la Nueva Granada. Las familias se aprovisionaron del trabajo esclavo
para las labores esforzadas y les permitió tiempo libre para la vihuela, la
lectura o el ocio inane. Por eso el Ñito Restrepo de Juan de Dios el Indio
Uribe, se apersonó del trabajo; trashumó las montañas y creó una sensibilidad
de admiración y compilación de los versos populares.
El trabajo en las minas del Zancudo de Titiribí lo
alternó con temporadas de estudio “en libros descubiertos […] en los polvorosos
estantes de sus mayores, o a duras penas conseguido […] en obras de castellano
jugoso como La Celestina, El romancero, las de Calderón, Cervantes, Quevedo,
Isla, Cienfuegos, Quintana, Bretón de los Herrero, Larra, Espronceda y el grupo
ingenioso de los redactores de La Risa; y en autores franceses decisivos para
la razón, en Voltaire, Rousseau, Holbach, Baumarchais, los historiadores del 89
y 93, Pablo Luis Couvier, Blanc, Michelet, Quinet, Littré, Hugo, Sue, Renán, …”21
Las
observaciones de Ñito Restrepo
Uno de los versos lo presentó así Ñito Restrepo: “¿Fue
un tenorio rústico el que, rondando por veredas agrestes y rasgueando la
vihuela junto al montón de chozas apiñadas, hizo esta amenazante notificación:
Madres las que tengan hijas/ solteras y por casar,/ Hacé las paredes altas/ que
yo soy el gavilán?”22. O algún seductor, escapado por milagro al
puñal y al revólver de las seguras vendetas entre aquellos celosos montañeses,
parece jactarse así de su hazaña impagada: Una niña me dijo/ En Salamina:/
¿Cuándo va por el niño/ Que ya camina?”23. Estas coplas salen en las
parrandas nocturnas de sábado, a la llegada de los pueblos de los trabajadores
de los campos; llegan “a sus negocios particulares, a oír misa el domingo y a
espantar el diablo en el estanco de aguardiente”. Van a pie limpio y con ropa
bien planchada y sombrero de iraca. Cuando el aguardiente ha hecho su trabajo
“…entonces aparecen por ahí, como brotadas de la tierra, las sordas de ancha
barriga, las vihuelas de arco que cantó el Arcipeste de Hita, los tiples
llevados como reliquia de Cundinamarca […] y empieza el jaleo, y va
organizándose un baile al aire libre, o en casa de ño Juan, o donde la Micaela
[…] y estallan de aquellos pechos y se atropellan en aquellas gargantas
cantares y tonadas que Gayarre oyó en su fragua y que Juan Brevas está escuchando
ahora allá en Málaga la bella. La caña, el fandanguillo, la cartagena, el
bizarro, el mapalé y el currulao”24.
Dice Ñito Restrepo de la cultura colombiana y en
especial la antioqueña, oscilar entre lo sacro y lo picaresco, los dos grandes
contenidos que llegaron a América. La España que se asienta, luego de la
conquista, es la España de la contrareforma. El ambiente de condena a la
reforma y a todo lo no católico, sometido a la inquisición, produjo en el
sentimiento popular la burla de esos valores odiados, de manera sigilosa y
silenciosa. Burla encarnada por el pícaro,
término construido por los soldados que invadieron y conquistaron la región
francesa de Picardía y obligaron a los nativos a servirles en las cocinas.
Según Vaillo25 el originario de Picardía servidor de cocina se
fundió con el término castellano “picaño” que indicaba a un “individuo grosero,
de malos modos”. En el alba del siglo XVI está ya acuñado el término – vocablo Pícaro que definía, señalaba
o indicaba “a una baja ralea de bribones o desvergonzados” (Restrepo, Antonio
José, Pág. 28). Desde su nacimiento el Pícaro,
en la acepción primigenia se conserva y es un “mito, como aspiración a la
libertad”26.
La cultura montañera antioqueña, la más trashumante
del país, llevó a la práctica conductas picarescas en tiempos de movilidad,
comportamientos estoicos y de recogimiento por celebraciones religiosas o de
estadía en familia. La oscilación entre la sociabilidad y la picaresca tuvo su
mayor expresión mientras las minas de oro corrido fueron productivas. La
sociedad campesina y labradora que siguió, fue sedentaria, pero conservó la
oscilación. La palabra pícaro construida en España, señaló una conducta de
grupos en estado de movilidad y rebusque del sustento. Y este estado es una práctica
de muchos grupos en la historia. Ya existía en las sociedades indígenas la
movilidad y el rebusque, por las guerras y conquistas de los poderes
prehispánicos. Solo que la sociedad colonial tuvo un respaldo de la conducta
ambivalente sacra y pícara en la literatura.
Los nexos
con Guzmán de Alfarache
Los textos religiosos y la literatura picaresca
fueron las literaturas permitidas por las autoridades coloniales. El Guzmán de
Alfarache27 tiene un permiso expreso del rey Carlos V, publicado
como prólogo en la edición impresa de 1599. Estas aventuras consideradas, junto
con El Quijote, como los inicios de la novela moderna, fueron el respaldo
teórico o ideológico de la cultura colonial.
Guzmán de Alfarache es un relato en primera persona
de un aventurero que se burla de las instituciones de manera sutil y cómica,
pero sin llegar a subvertirlas. Dice Guzmán venir de un padre que le robó por
un noche la mujer a un viejo marqués y así fue engendrado. Dice de su madre
haber aprendido de su abuela a mantener varios amantes a su lada, atrapados por
mañas y engaños. La abuela tuvo dos docenas y la madre solo dos. Este relato de
Guzmán sirve de prólogo justificante de sus picardías: para salir de la miseria
y para “no ser conocido, no me quise valer del apellido de mi padre; púseme el
Guzmán de mi madre y Alfarache de la heredad adonde tuve mi principio”28.
Dice que tuvo su primer acontecer cuando lo tocó el hambre. Entró en una venta
y pidió de comer. Se topó allí con una ventera pícara: dijo al aventurero tener
solo huevos y le sirvió una tortilla hecha e malos huevos. Él los comió por el
hambre en medio de arcadas y luego los regurgitó quedando más vacío que antes y
con deseos de venganza.
La ventera hizo lo mismo con tres jóvenes
milicianos; pero estos si refregaron la tortilla en la cara de la mujer y la
obligaron a cocerles un sábalo, para luego salir sin pagar y diciendo: ““vieja
bellaca, quien tal hace, que tal pague”. Ella era desdentada, boquisumida,
hundidos los ojos, desgreñada y puerca”29. El acto de estos tres
jóvenes le fue narrado a Guzmán por un labrador que lo halló dormido sobre el
camino y fue momento hacer una diatriba sobre la venganza, la trampa, la
amistad y la hospitalidad invocada desde la biblia y algunos escritores
romanos: toma la palabra Pablo de Tarso, Séneca, Constantino y los concilios.
Se hace una reflexión que reprocha los actos contra la moral y la honra,
reivindicando el comportamiento del cristiano obediente de las leyes de dios y
el rey.
Guzmán de Alfarache continúa su picaresca por
pueblos y villas de Granada. En otra venta le sirven carne de muleto cocida
como si fuera cordero. Guzmán y el labrador que continuaban juntos, se
encontraron luego, unos monjes a quienes les refirieron la experiencia y
recibieron de uno de ellos un relato ejemplarizante el pecado y castigo del
engaño. Esta historia, como una novela corta dentro de la obra, está llena de
hechos y comportamientos que revelan la cultura granadina, castellana o
sevillana; la misma que fue traída a América por los conquistadores, buscadores
de minas de oro, prácticas del toreo de plaza, lidia de animales, matrimonios
concertados, trashumancia y un orden formal de la res pública. Guzmán se
declara pícaro pero honrado y virtuoso, porque ama los oficios y sabe cuándo
alguien miente y falsifica: “Eso pues haz de hacer de tu oficio; embeberlo,
incorporarlo en esa luz de tus virtudes y honesta vida, para que todos las vean
y todos las imiten, viviendo tan rectamente, que ruegos no te ablanden ni
lágrimas te enternezcan ni dones te corrompan ni amenazas te espanten ni la ira
te venza ni el odio te turbe ni la afición te engañe. Oye más: ¿Cuál vemos
primero, la luz o la cera? No agorás que la luz. Pues haz de manera que tu
oficio, que es la cera, se vea después de ti, conociendo el oficio por ti y no
a ti por el oficio”30.
El “gran
poema antioqueño”
En el Cancionero de Antioquia, presentado en una
conferencia en Bogotá 191031, Ñito compila 1.049 –mil cuarenta y
nueve- coplas o estrofas. Compilación que nombra como El Gran poema antioqueño.
En la estrofa diez habla del Hatoviejo. Dice:
Que el hambre nos mata,
Yo
digo que eso es mentira,
¿Cómo
hay gente en Hatoviejo
sin
comer toda la vida?32.
Y luego anota: “Hatoviejo sirvió de mofa al pueblo
de la dura cerviz, sin duda por una venganza anticipada. Este pueblecito,
risueño y lindo si los hay, es la patria de don Marco Fidel Suárez, que fue un
seguidor tenaz y eximio del señor Caro, el del mote susodicho de la dura cerviz.
Vaya, que como poeta don Miguel Antonio jamás pudo parangonarse con los
denigradores de Hatoviejo. Por el triunfo académico que obtuvo el señor Suárez
con su estudio sobre don Andrés Bello, se le dio este apellido ilustre por
nombre al lugarejo, que queda al pie de la Maruchenga, para que pueda
entenderse otra estrofa que corre más adelante, contraponiendo a Francia con
Hatoviejo como equivalentes lugares para uno morirse. La Maruchenga se desata
sobre Hatoviejo en cascadas de cristal, que se dirían, sin hipérbole, montañas
rusas de espejos venecianos. Allí está el rancho en que nació don Marco y allí
obtuvo cinco votos para congresista en las últimas elecciones populares. Sie
transit gloria mundi…” Rancho que, con su dueño ya en carne de bronce, es hoy
día motivo central de veneración en ese pujante poblado, porque la ciudadanía,
como un solo hombre, y con ocasión hace poco (el 25 pasado de abril), el
centenario del natalicio del Presidente paría, como a sí mismo se llamaba el
Sr. Suárez, le hizo a este una verdadera apoteosis, en que participaron no
pocos de los que lo mataron a pesares.
Como recuerdo de esta fecha memorable y justiciera
quedan el rancho cubierto por una urna de cristal, que lo mantiene enhiesto
como una Meca de la democracia y la magna oración de Mosén Roberto Jaramillo,
una de las más hermosas que se hayan escuchado en la tribuna Colombiana”33
Ese gran poema antioqueño, ese coplero, aparece por
todas partes “Brota la poesía popular de todas partes y no sale de ninguna […]
un acervo de sensaciones e ideas […] ignoramos el desconocido autor de esos
cantares”34. Está con nosotros desde la infancia y si se debe
imaginar el origen puede decirse que alguna vez un fatigado leñador después de
sus trabajo dijo: “¡Que se quema el monte!/ ¡Déjalo quemar!/ Que la misma cepa
vuelve a retoñar?”35 O fue un español extraviado en América quien
dijo: “Marinero, sube al barco/ Y dile a la madre mía,/ Que si se acuerda de un
hijo/ Que en América tenía”36. O “¿Fue un tenorio rústico el que,
rondando por veredas agrestes y rasgueando la vihuela junto al montón de chozas
apiñadas, hizo esta amenazante notificación: Madres las que tengáis hijas/
solteras y por casar,/ hacé las paredes altas/ Que yo soy el gavilán”. O el
burlón que dijo: “Vide un entierra pasar,/ pregunté quien se murió,/ y el cura
me respondió:/ -El que llevan a enterrar…?37.
Coplas, cantares y poemas que funden la tradición y
americana para expresarse en la memoria de los pueblos. Dice Ñito Restrepo que
“El pueblo, el gran poeta anónimo” tiene en su haber versos puros traídos de
España, versos regionales antioqueños y versos parroquiales. Entre los primeros:
En el mayor imposible/ nadie pierda la esperanza,/ Porque la constancia vence/
lo que la dicha no alcanza”38.
Como ejemplo de regionales, reproduce: “Antioquia
era capital/ Y hoy por su desgracia aldea;/ No dejará de llorar/ Cualquiera que
la vea”39. Y locales “…algún seductor, escapado por milagro del
puñal y al revólver de las seguras vendetas entre aquellos celosos montañeses,
parece jactarse así de su hazaña impagada: Una niña me dijo/ En Salamina:/
¿Cuándo va por el niño/ Que ya camina?40”. Estas copla o redondillas
como las califica Ñito Restrepo, salen los fines de semana los poblados,
animadas con vihuela y luego los “bailes de candil” o bailes de “garrote”, en
los que al son de “la caña, la guabina, los monos, el gavilán, el caracumbé, el
salga el sol, el fandanguillo, la cartagena, el bizarro, el mapalé y el
currulao”, se apaga la lumbre y se inicia la “garrotera”, los que quedan vivos,
aporreados o no, cantan coplas y sonetos, lucen el pueblo poetizante.
Están en esos sonetos, cantos e instrumentos, las
tres herencias, la negra, la india y la hispana. El canto “a lo divino y a lo
jumao” o a lo indígena, lo acompañan “el chucho, el alfandoque, la guaracha, y
el bimburrio”41. Cantan cosas santas, del amor y las diabluras. Ñito
dice que “lo jumao” son los cantos tristes y groseros de los indígenas en
castellano y agrega bajo su concepción supremacista, que los indígenas de América
y los africanos “noposeían una lengua capaz de ser órgano dominador de las
dificultades y elevaciones poéticas”42. El trabajo de compilación
del Cancionero de Antioquia, le permite a Ñito Restrepo sustentar la supremacía
blanca y de la lengua castellana; aunque reconoce que los africanos e indíenas
cuando aprendieron el castellano, pudieron poetizar, como el caso de Candelario
Obeso cuando canta: “Que trijte que ejtá la noche,/ la noche que trijte ejtá:/
No hay en el cielo una ejtreya…/ Remá… Remá”43.
Los descendientes españoles anidados en ese oasis
de civilización como lo es Medellín manejaron la vihuela y el tiple, heredados.
Animaban los festejos con guabinas, bambucos y pacillos; “conviene notar aquí
una costumbre que se guarda religiosamente entre la gente popular […]
comenzando un baila por un grupo de personas, todo el que va llegando de fuer
[…] tiene que sacar pareja inmediatamente […] so pena de incurrir en el enojo
de los dueños”44. A diferencia con el ambiente de las fiestas y
bailes de las tierras bajas y altas en el bajo Cauca, donde prima el currulao y
el mapalé. En Medellín los bailes son menos sensuales; a lo más se practicaba
el fandanguillo importado, traído de la región minera de Huelvas, con
influencia árabe: “El fandanguillo, como que era un bunde escabroso. […] danza
del vientre” (Ídem. Pág. 64) con coplas de contenido erótico.
La animación social de la vida cotidiana la hacían
las coplas y los personajes cómicos endemoniados: se construyó el personaje
Pedro Urdemales (Pedro Rimales) lleno de “gracia maliciosa”; la madre Celestina
cuyo “nombre simbólico”, que acompaña a quien quiere lograr lo imposible45.
Ñito dice, igual lo trae el Lazarillo de Tormes cuando se enfrenta a una
dificultad para expresar: eso no se logra “ni con la bula de Meco”; son
reminicencias originadas en la literatura querida y cultivada por los españoles
peninsulares, los conquistadores y luego los colonizadores. Junto con los
libros místicos se leía la picarezca “lo único que las autoridades coloniales
dejaban entrar en sus herméticos territorios”46. Ñito hace una
observación que ha sido repetida por sociólogos, historiadores y antropólogos
“Y como Antioquia permaneció […] aislada del mundo durante el largo periodo en
que dominaron los peninsulares, de suerte que los blancos […] tuvieron que
rumiar unas mismas ideas y comunicar a sus gentes una misma literatura, en
machacón de tres siglos, el género picaresco”47.
A esa picaresca se asocia lo que llaman “poesía
popular” aprendida a inmigrantes o inventada por “nuestros ingenios vernáculos”48.
Se observa como ese aislamiento antioqueño, es juicio hecho a su vez para
Castilla por el historiador Reparaz49. Castilla inoceánica,
hidrófoba, igual que Antioquia. La vida social la rige la aridez de la meseta
castellana y sus temperaturas extremas. El espíritu de sus gentes está en
desequilibrio. Tienen “heroísmo fácil y fugaz” son vehementes, apáticos, de
fácil improvisación, líricos, prosaicos; oscilan entre el ascetismo y la
picaresca y la picaresca y el ascetismo50.
Otro tanto son los antioqueños. Dividen sus cantos
entre el amor a dios y el amor a las mujeres. Lo dice “José García (alias
Cosiaca), ingenio popular clarísimo, almacén de ocurrencias, chistes trovas y
décimas sin fin, le pedimos en un corrillo de muchachos fiesteros (pues Cosiaca
recorría todos los pueblos antioqueños en los días de fiesta o ferias anuales)
que nos recitara o nos cantara alguna cosa, siempre nos preguntaba […] ¿A lo
divino o a lo jumao?”51. Divino es el cuarteto “Yo vide llorar la
risa/ Y al gran tesoro en pobreza,/ vide quemar la justicia/ Y temblar la
fortaleza”52. Jumao este otro, “Anda perra vagamunda,/ Yo se lo diré
a tu mamá,/ Que antenoche te fui a ver/ Y no te encontré en la cama…” Por la
insustancia de este último cuarteto, Ñito, dice que no transcribe el lenguaje
porque eso para ser dicho solo entre hombres; se llena de pudor ante el
auditorio en el que se entiende hay mujeres en esa conferencia de 1910.
El Emiro
Kastos de Manuel Uribe Ángel53
Juan de Dios Restrepo, cercano pariente de José
Félix de Restrepo y sobrino del historiador José Manuel Restrepo, parentela
radicada en Envigado. Uribe Ángel dice que conoció a Emiro en Bogotá en 1840 –
1841 de diez y nueve años, época de estudiante. Inició estudios de
jurisprudencia con otros como Camacho Roldán y Gregorio Gutiérrez González.
Uribe Ángel viajó en 1844 con Emiro y Ricardo Parra de Bogotá a Medellín por el
camino del Nare. Emiro hablaba –dice Uribe Ángel- de Benttham, Filanghieri, J.
B. Say, Constant, Juan Sala, Ramón Campos, F. Bastiat, Tocqueville, Guizot y
Muchelet. En la universidad recibió clases con Ezequiel Rojas y Florentino
González. Asistió como amigo al “salón de tertulias de Don Juan de Dios
Aranzazu”54. Se formó una gran erudición por ser un lector permanente
de literatura, filosofía, política, de todo el mundo. Sus lecturas favoritas
eran los autores “Larra y Mesonero Romanos, Bayron y Shakespeare, Tácito y
Plutarco, Víctor Hugo y sobre todo el gran Balzac”55. Emiro era de
mediana estatura y de cuerpo hirsuto, pero gran caminante y jinete. Vestía
telas finas pero con desgreño, pulcro y limpio.
Desde 1854 “publicó en Medellín en “El Pueblo”,
periódico literario, político, noticioso e industrial en que trabajaron, entre
otros, Camilo A. Echeverri, Benigno Restrepo, Juan Crisóstomo Soto y Lucrecio
Gómez. Todos ellos eran […] amigos de Emiro Kastos, quien con sus donosos
artículos sobre costumbres, industria y economía política dio sumo interés a la
publicación”56. Combinaba la agricultura, la minería, el comercio,
la escritura y la lectura.
Uribe Ángel observa que Emiro decía: “Estas
costumbres parroquiales de Antioquia me parecen venero inagotable para formar
artículos de costumbres –pues a la obra, le contesté; y al día siguiente, a la
misma hora, me leyó Mi compadre Facundo; acaso la más sutil, delicada y
estupenda observación”57. Publicó en “El Neogranadino” y “El
Tiempo”, periódicos bogotanos. Se casó con Josefa palta y para 1885 vive en el
Tolima dedicado a la minería y el cuidado de sus hijos.
La crítica
sistemática de Emiro Kastos
Observó profundamente la sociedad que le tocó vivir
y por sus escritos podemos imaginar la sociedad antioqueña de mediados del
siglo XIX. Sociedad compuesta por “tres o cuatro personas ricas e influyentes,
y de una multitud de ignorantes y candorosos labriegos a quienes aquellas
engañan y explotan a todo su sabor”58 La esperanza de los labriegos
está en el cura párroco, cuando este es honesto y fiel a la religión, se
convierte en guía y maestro; pero cuando busca el lucro y el poder se mete con
la política y desvirtúa su profesión. Ni los obispos, ni el presidente de la
república tienen inferencia en la parroquia. Todo lo guía el cura58.
En su opinión sobre La peregrinación de alfa de
Ancisar y Codazzi, dice que se admirará en Antioquia “la audacia de sus
habitantes, que han hecho caminos al través de rocas y de precipicios […] esa
lucha constante del hombre con la naturaleza […] estableciendo pastos y
labranzas […] y construyendo habitaciones […] cerca de las nubes, donde pasan
su vida pacífica y tranquila familias laboriosas y honradas, sin oír más ruido
que el canto monótono el gallo o el lejano murmullo del torrente”59.
En el valle de Medellín se ven los progresos
materiales y el atraso intelectual, el buen sentido de las masas y su genial
independencia, al lado de esa ignorancia supina en las cuestiones públicas”60 Además de las riquezas observarán el egoísmo
explotador de los ricos en las parroquias y las miserias en las chozas de las
gentes pobres61. Aquí reinan unas costumbres “frías y ceremoniosas
[…] los hombre se reúnen solo para negociar y transar dinero. Reina un
individualismo tan completo y tal idolatría por el yo, que puede asegurarse que aquí hay hombres pero no hay sociedad”62.
Viven para comprar y vender “una aristocracia monetaria, algún tanto iletrada
[…] tiraniza la sociedad”63, dominan la política, las elecciones,
los tribunales, las costumbres; “ejercen un poder soberano y feudal”64.
Dice Emiro que defiende la posesión de la riqueza, pero esta debe generar
bienestar entre los pobres y fomentar la industria, la filantropía, la utilidad
general; pero estos banqueros antioqueños y bogotanos “son una especie de
vampiros que podrán inspirar temor, pero nunca simpatías ni respetos”65.
Las oligarquías de Medellín, desprecian la educación y se oponen a la difusión
de las luces y se ponen servilmente a disposición de los jesuitas y de Mariano
Ospina, tirano de los liberales.
La mujer carece de iniciativa en una sociedad hecha
por hombres y para hombres; pero son esbeltas, leales esposas, enclaustradas y
domésticas. Medellín por estar incomunicada, alejada del mar, del ferrocarril y
ríos navegables, tiene una población en decadencia, sin industria. Sólo tiene
usureros. Todos quieren ser propietarios y esto los asemeja a los yanquees.
Fuera de Medellín l vida es cara y aman el lujo. Los hombres y mujeres se casan
rápidamente y luego del lujo de la boda se entierran en su posesión y “como en
la familia bíblica ordeñar […] preparar la comida […] van a las fuentes a lavar
ropa […] ni un rayo de placer ilumina las tinieblas de esa vida oscura y
silenciosa”66.
En el artículo titulado “la minería en Antioquia”67.
Emiro señala el individualismo, el culto a la política y la literatura, el
espíritu de especulación, usura, compra venta, como los causantes del atraso en
el progreso de la minería. Los antioqueños deben enviar sus hijos a Alemania, Sajonia
o Hungría a estudiar minería y no a París, donde gastan quinientos pesos
anuales, para aprender modales que adornan pero no son útiles. Kastos pone como
ejemplo el trabajo que viene haciendo Moore, un inglés sabio – dice- en las
minas del Sancudo. Ha creado unos hornos que permiten fundir la jagua68
y aprovechar el oro que se desechaba mesclado con lodos. El trabajo de Moore
muestra la necesidad de abandonar el individualismo y adoptar la asociación
para formar empresas que aprovechen la riqueza de recursos de Antioquia.
Promete la ferrería que requiere poner a producir 1.200 libras de hierro
anuales para abaratar las que se importan a un precio doble. Es necesario poner
pisones en las minas para explotar el oro de beta, porque el oro corrido se
agotó69.
Julia es el título que Emiro le puso a un artículo
publicado en El Tiempo70. Observa la experiencia de una joven y
hermosa medellinense, amiga suya, que a los 16 años se enamoró de un dandy
recién llegado de una estadía en París; la familia decidió ser un buen partido
y se organizó el matrimonio. Dice Emiro que a los seis años volvió a su casa y
encontró a Julia, pálida, ajada, dedicada a la costura en un cuarto sin
adornos. Dialogan y ella se queja de la condición de la mujer a la que se le
niega la educación y se le condena a matrimonios equivocados. Su esposo, luego
de su aspecto de dandy y por ello haber logrado el matrimonio, se olvidó del
gabán y la navaja de afeitar, se dedicó al agio, al aguardiente y el tiempo lo
pasa en la calle: “Alfredo, a los dos meses de casado, olvidó las cortesías que
había aprendido en París, se envolvió en un saco de paño burdo, descuidó la
relación con el jabón y las navajas de afeitar, se entregó al agio con furor”71.
Sobre los bailes escribe: un martes de diciembre en
“la espléndida casa del señor Juan Pablo Sañudo, tuvo lugar, dado por su
familia, uno de los más hermosos bailes á que hayamos asistido jamás”72.
A pesar del ascetismo en Medellín se baila. Allí se observaron todas las
bellezas, desde la judía de cabellos dorados, hasta la árabe morena “de ojos
negros y mirada revolucionaria”73. Movían sus cuerpos con las ondulaciones
del vals.
Registra un domingo de enero la presentación en el
teatro de la ciudad (no informa sobre la ubicación) de la obra el Zapatero y el
rey, drama de José Zorrilla. Califica la obra de detestable y un pecado contra
el buen gusto; pero reconoce la habilidad de los actores: “…á los antioqueños
siempre exagerados sólo los sacuden escenas violentas y pasiones homicidas.
Amigos de sensaciones fuertes, tal vez para buscar contraste con la prosa
eterna y monótona cuotidiana de nuestra vida, tiene marcada predilección por el
drama pavoroso y romántico de Dumas y Víctor Hugo”74.
En “Un paseo por la montaña”, Emiro narra un paseo
su viaje a Río Claro, a visitar un grupo de norteamericanos que explotan una
mina de saca, oro corrido, aluvión;
dice lleno de admiración: “Además interesa mucho al país en general mezclar
nuestra población nerviosa, prieta, descolorida y linfática con esa otra
fuerte, rubia, blanca, colorada y sanguínea”75.
Esta convicción hace parte del sistema de
pensamiento de Emiro Kastos. De su concepción de la vida y de la política;
aparece como un liberal ilustrado convencido de la preeminencia y supremacía de
la raza blanca. Crítico de la iglesia que utiliza la ignorancia del pueblo para
ponerlo al servicio del conservatismo. Su lenguaje está lleno de términos
tomados de las ciencias sociales, como él dice, y es corriente en sus
artículos, el uso de palabras como socialismo, comunismo, proletarios,
burguesía, yankees. Aspira a una sociedad educada, organizada con base en la
justicia, en la que la riqueza cumpla una función social y no de especulación
que produce pobreza y vileza en el pueblo. Emiro fu un aristócrata ilustrado,
un miembro de la élite notable expresada en el régimen llamado “El Olimpo
Radical” que gobernó a Colombia de 1863 a 1886.
El antioqueño es supersticioso, fanático y
reacciona ante las reformas y progresos sociales, escribe en “Antioquia y sus
Costumbres”76, pero “en compensación es sobrio, trabajador,
económico y amante del orden, de la familia y el hogar”77. Es rudo
por tener que enfrentarse a una tierra desfavorable y una naturaleza en extremo
difícil. La prosperidad del pueblo antioqueño se debe al puritanismo, y l vigor
de la institución familiar y sanas costumbres; alejado de los placeres. Solo
espera casarse para ser esposo y alejarse del mundo pecaminoso. Las mujeres
cortesanas lo son porque la pobreza las lleva a esa condición, y “se muestran a
hurtadillas, temblorosas y vergonzantes”78. Las citas amorosas, las
seducciones, los raptos, las “escalas de seda”, se han estrellado contra el
puritanismo de las clases altas y las “familias burguesas”. En las parroquias
todos los hombres, rico y pobres, se casan entre los 18 y 19 años. El trabajo
de ambos cónyuges los sostienen, y muchos logran comodidad o riqueza. Ejemplo
el caso de “Mi compadre facundo”.
En contravía del español que le dio origen, el
antioqueño no heredó la pereza; construyó una “actividad devoradora”. “Cuando
las minas se agotan y la tierras se esterilizan […] toda una población recoge
sus utensilios de trabajo, sus lares domésticos y emigra en busca de comarcas
más afortunadas”79. Son de sentido práctico, negociante,
industriosos, hábiles artesanos, músicos y trovadores. “El sentimiento de lo
bello, la literatura y las ciencias elevadas no han podido generalizarse […] en
una provincia aislada…”80. Todo el tiempo se lo lleva la naturaleza
ingrata.
Notas
No hay comentarios:
Publicar un comentario